Sobre el dolor
No podemos huir del dolor, es inevitable, forma parte de la vida. El mismo acto de dar vida, de parir, es ya en sí un acto de lo más doloroso. El dolor nos enseña, gracias a él maduramos, crecemos. Sin dolor no hay evolución. Porque, al final, nos conocemos más a nosotros mismos y a los demás en los momentos difíciles.
El dolor también es fuente de inspiración, es sabiduría y aprendizaje. Decía Platón que “cada lágrima enseña a los mortales una verdad”. Por eso creo que debemos afrontarlo con coraje y sabiendo lo bueno que nos va a aportar en cada momento de nuestra vida, aunque en ese momento no lo sepamos ver por encontrarnos en la oscuridad más absoluta.
Esa capacidad de salir a flote ante las dificultades y de afrontarlo como parte del aprendizaje de la vida tiene un nombre, se llama resiliencia. No se trata de ser inmune al dolor, se trata de saber reconocerlo y afrontarlo, hablar de él como de un suceso que nos va a llevar a ser más fuertes y más sabios de lo que en realidad somos.
Me gusta la frase, y la suscribo de Benjamin Griss que dice: “me gusta la gente que lleva sus cicatrices como trofeo de victoria.”
La vida fácil no existe, todos pasamos por nuestras propias tormentas, sean internas o sean externas, y negarlas o mirar hacia otro lado solo consigue estancarnos en el dolor. Porque solo al reconocerlas podemos afrontarlas y solo al afrontarlas podemos seguir creciendo en esta escalera de la vida.